domingo, 30 de noviembre de 2014

Corazon de Robot

Nunca iba a quedar embarazada, el cáncer había tomado los dos ovarios y parte del útero, su cura era extirpar el cáncer y eso incluía su útero y ovarios. A la edad de veinticinco años se había undido en una gran depresión, pero con tratamiento psicológico y la con tensión de su familia logro salir adelante.
Ya sabía que nunca podría ser madre, todas las esperanzas que había acumulado durante la quimioterapia se habían ido y su vida debía comenzar otra vez, ya no se iba a postrar mas en una cama a llorar, como lo había hecho.
Gin, un año después de su operación consiguió un trabajo, creó una rutina en su vida, divertida. Conocio a un hombre que la amara y respetara tanto como se merecía y mas, se llamaba Luca y ella se enamoro perdidamente de él. Aunque el quería tener hijos, pensaba en adoptar para formar de cualquier modo su familia.
Cuando Gin se enteró que tenían que sacarle el útero, el padre de Gin, Marco, que era un científico muy importante, que había creado la vacuna que destruía el virus del SIDA, se encargó de comenzar la construcción de un útero robótico que le diera a su hija la capacidad de ser madre. En su cumpleaños numero treinta y tres, cuatro años después de haber superado su tristeza, el señor Marco le regalo a su hija su útero.
Un año después, luego de las operaciones y el tratamiento de adaptación para acostumbrarse a su útero, logro quedar embarazada. La alegría de Gin era inexplicable, ¡Tendría un hijo! Lo amaría más que a su vida. Junto con Luca y sus familias hicieron una gran reunión para recibir a este nuevo ser.
A los cuatro meses de embarazo, las ecografías expresaban un latido anormal para un bebé tan pequeño, pero todos los progresos de crecimiento estaban en perfectas condiciones.
A los seis meses de embarazo nació, por cesárea, con tres kilos de peso; estaban todos los órganos desarrollados, lo que resultó muy extraño a los médicos.
Le realizaron ecografías, radiografías y un montón de otros análisis. Lo examinaron de arriba a abajo. Al recibir los resultados se dieron cuenta que sus órganos vitales -el cerebro, los pulmones y el corazon- eran robóticos.
Las células robóticas se mezclaron con las células humanas y habían evolucionado en una especie casi inmortal ya que su esperanza de vida era de doscientos años.
Lo conocí cuando el tenia cien años, y lo vi morir a los ciento ochenta -a mis noventa y cuatro años- con la mayor tranquilidad y satisfacción de haber vivido una buena vida. Lo amé muchísimo, había sido el hombre mas dulce, amigable, solidario y bueno que conocí. Se convirtió en el hombre de mi vida, y agradezco a la vida, desde el fondo de mi alma, haberlo conocido; aunque una parte de mi murió con él, siempre lo voy a amar.

~Daiana Chiófalo