viernes, 26 de septiembre de 2014

Revólver

Lo había decidido y ya no lo iba a cambiar, Jorge se había cansado de su vida, se sentía miserable, triste y solo. Después de la muerte de su mujer, no tenía nada por lo que luchar y salir adelante. Entonces con todo el valor que venía juntando hacia meses agarro el revólver que tenía en la caja fuerte, lo cargo y se quedo mirándolo.
Juan estaba asustado pero no le quedaba otra opción que esta, sino entraba y sacaba lo que necesitaba, su familia lo iba a pagar, y eso era lo que en realidad lo asustaba. Entro en la tienda haciendo como que iba a comprar algo. No sabía si podría. Le transpiraban las manos y el revólver, que tenían en el bolsillo de la campera, se le podía resbalar en cuanto lo sacara.
Sentía que el miedo lo dominaba, miraba el arma y sentía miedo de morir pero curiosidad por la muerte. Era uno de esos momentos que nadie piensa que van a pasar, nadie cree que uno mismo va a tener que acabar con su vida, pero sin embargo pasa. Y en esta situación se encontraba Jorge sin poder tomar una decisión certera.
Agarro un paquete de galletitas y camino hacia el mostrador. En la esquina de las estanterías había una señora grande, que tenía una mirada preocupada como si supiera lo que estaba por ocurrir; cerca de las heladeras había una nena que le recordaba a su hija, Juan tuvo la necesidad de llorar pero no lo hizo. Las manos ya no le transpiraban, estaba decidido.
Lo decidió, tomo el arma, la apoyo en la sien izquierda, porque era zurdo. Miles de pensamientos llegaron a su mente, recuerdo de su hermano más chico que tanto había querido, pero que ahora era un completo extraño para él. El recuerdo del amor que sentía por su esposa y de lo que ella pensaría de esa estúpida decisión que estaba por tomar.
Cuando llego al mostrador apoyo el paquete de galletitas en el, y miro a la muchacha de la caja. Con la decisión tomada saco el revólver del bolsillo, pero lo mantuvo escondido. En el momento en que estaba por apuntarla sonó su celular, guardo de nuevo el revólver en el bolsillo y atendió, era su esposa.
Jorge asustado  jaló el gatillo pero la bala no salió, sorprendido y temblando dejó el revólver sobre la mesita de luz, se paró y sonrió mirando la foto de su esposa. Juan atendió y del otro lado la voz de su esposa gritaba que no lo haga, que ya el pago se había realizado. Sonó el teléfono y, con su voz ronca que lo caracterizaba atendió. Era su hermano. Había conseguido la plata y esos matones no los iban a perseguir más. Llorando de la felicidad, Jorge sintió que la vida le daba otra oportunidad. Él sonrió, respiro profundo, dejo el paquete en el mostrador y salió de la tienda con la mayor tranquilidad.